Cuenta el célebre escritor Ovidio en Las metamorfosis que...
dos jóvenes babilonios se enamoraron a pesar de la prohibición de sus padres. Ellos vivían en casas contiguas, así que se podían comunicar a través de una pequeña grieta en la pared de sus casas. Como sólo podían escuchar su voz por está hendidura, sus fantasías y sus deseos fueron creciendo al grado de sentir la necesidad de verse y tocarse; por lo que acordaron huir a la noche siguiente.
Ellos deberían encontrarse cerca de una fuente, al lado del monumento de Nino. Tisbe salió primero de casa, pero mientras esperaba a Píramo, una leona llegó a tomar agua de la fuente. La leona venía llena de sangre de su última cacería. Tisbe corrió a esconderse en el hueco de una roca y, en su huída, dejó caer su velo. La leona jugueteó con el velo, manchándolo de sangre.
Píramo, al llegar, descubrió las huellas y el velo manchado de sangre, y creyó que la leona había matado a Tisbe. Con gran dolor, sacó su puñal y se lo clavó en el pecho. Su sangre tiñó de púrpura los frutos del árbol de mora que se encontraba allí mismo.
Tisbe, temerosa, salió de su escondite. En cuanto vió a Píramo con el puñal en el pecho y todo cubierto de sangre, lo abrazó y le sacó el puñal para clavárselo a sí misma. Los padres, conmovidos por esta historia de amor, sepultaron juntos los cuerpos de sus hijos. Los frutos de la morera, desde aquel día, quedaron teñidos de púrpura.
Fresco de Pompeya
Esta historia dio lugar a otra bella historia de amor conocida por todos en occidente: Romeo y Julieta.
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