La palabra encantar significa, en primer lugar, "someter a poderes mágicos", y luego, "atraer o ganar la voluntad de alguien por dones naturales" y "gustar en gran medida, agradar mucho".
En las lenguas modernas, todavía podemos encontrar reminiscencias de la idea sacra de la palabra; por ejemplo, la palabra española encantar (al igual que charmer, en inglés y francés). Originalmente, el "encanto" es un canto o grupo de sonidos rítmicamente pronunciados que sirven de hechizo. Recordemos que tanto “encantar” como charmer provienen de la palabra latina carmen, que significa “canto”, que a su vez proviene de canere “cantar”; los encantamientos se recitaban o cantaban. Otra palabra inglesa que evoca este poder sagrado es spell, que no sólo significa “deletrear”, sino también “hechizar”: al pronunciar claramente cierta palabra, se puede dominar al otro.
Las culturas antiguas tenían la idea de que, a través de la palabra y en una especie de ritual, se constituyó el mundo, porque la palabra tenía un poder sagrado. Bastará con dar una rápida mirada por los libros sagrados de las diferentes religiones, para constatar lo anterior.
El arte de encantar abarcaba diferentes áreas: domar a las serpientes o a otros animales, resucitar a los muertos, matar a los vivos por medio de palabras, inspirar amor o metamorfosear a los hombres en bestias, etc.
La mayoría de los “encantamientos” están documentados en la mitología: Orfeo tocaba la flauta de una manera maravillosa, mejor que los otros pastores; acompañaba su melodía con el canto que entonaba con buena voz; se dice que los animales, domésticos o salvajes, iban detrás de él. Dado este primer paso, creyeron ya sin gran esfuerzo que Orfeo hacía bailar a las piedras y los árboles. De hacer danzar a las rocas y los abetos, pasaron a edificar ciudades al son de la música.
Orfeo domando las bestias
Cuenta la mitología que en la construcción del muro de Tebas, mientras su hermano gemelo Zeto tenía que esforzarse en cargar los pesados bloques, Anfión simplemente tocaba su lira de tal manera que las piedras le seguían espontáneamente y se colocaban en su sitio. Desde entonces sólo necesitaron un violín para construir una ciudad y una flauta para destruirla.
Orfeo domó bestias e incluso descendió a los infiernos y convenció al mismísimo Hades de regresar a la vida a su esposa muerta, gracias a su “encanto”.
Así que cada vez que pienses en lo encantadora que parece la persona que se encuentra a tu lado, cerciórate de caerle bien.
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