29 enero 2012

El tiempo y lo sagrado


Para Platón, el tiempo es la imagen de la “Eternidad”, esto no es extraño de ninguna manera, ya que desde la época de las cavernas, el hombre primitivo, al contemplar el cielo, daba fe de la existencia de fenómenos cíclicos. El tiempo, entonces, era una sucesión “infinita” y confusa de soles y lunas saliendo y ocultándose; esto significaba que el tiempo tenía un vínculo indisoluble con los movimientos cósmicos, era, por lo tanto, eterno.

Todas las culturas antiguas, a partir de la observación del movimiento de los astros, intentaron encontrar un calendario que reflejara correctamente las estaciones, pues era fundamental para el trabajo agrícola. La idea de la agricultura que tenían estos pueblos no sólo se limitaba a la actividad alimentaria que satisfacía las necesidades de su gente, sino que, como dice Mircea Eliade, “la agricultura, como cualquier otra actividad esencial, no es una simple técnica profana. Puesto que se relaciona con la vida presente en las semillas, en el surco, en la lluvia y en los genios de la vegetación, la agricultura es ante todo un ritual”.

Los fenómenos naturales como la lluvia, la sequía, el sol, el trueno, el relámpago, las estaciones, eran inexplicables, por lo que se atribuían a los dioses a quienes se debía rendir culto y veneración, y además se debían complacer, para que fueran propicios para la labor.

La mitología de diversos pueblos nos muestran la relación existente entre el trabajo agrícola y el tiempo:

Para los mexicas, las corrientes frías del inframundo se encontraban con las calientes del cielo y daba inicio el acto sexual, que se confundía con la guerra. El producto de este encuentro era el tiempo. Es decir, el tiempo aparecía entre la tierra y el cielo, justo donde la humanidad se desarrollaba, en la fertilidad.

  cipactli o cocodrilo cósmico: la parte superior da origen al cielo; la inferior, a la tierra.

Los antiguos agricultores podían darse cuenta de que las semillas se ocultaban en el interior de la tierra, en el mundo subterráneo de la muerte, preparándose para volver a la vida, a la superficie terrestre, en el próximo período de cosecha. Vida y muerte producían, entonces, un ciclo eterno: no podía haber muerte sin vida previa. El culto a la muerte tenía, por tanto, un profundo sentido agrícola.

Entre los romanos, Saturno era invocado en el momento de la siembra. Era el menor de los hijos de Urano y Gea, el Cielo y la Tierra; se casó con Ops, la Riqueza, con quien tuvo varios hijos; se le solía representar con una hoz o guadaña, instrumento agrícola, que usó como arma para castrar y destronar a su padre, Urano. Curiosamente, estos elementos los encontramos, posteriormente, en las imágenes de la muerte. 

                                 Saturno con su hoz como dios agrícola.

Saturno corresponde al dios griego Cronos, dios del tiempo, quien, para conservar su poder, devoraba a toda su descendencia. Era el dios que mataba y escondía a sus hijos dentro de su esposa Gea (la Tierra), para conservar su eternidad. Otro dios agrícola, como podemos ver.

Entre los fenicios, Baal era dueño y señor de la naturaleza, la fecundidad, la meteorología y el tiempo, entre otras cosas. Representa rasgos de un dios que muere y resucita cíclicamente así como las semillas. Dios eterno, por lo tanto.

Con el paso del tiempo y la construcción de las ciudades, el hombre perdió su estrecha relación con el campo y con la cosecha. Dejó de observar los fenómenos de la naturaleza; comenzó a olvidar sus mitos, los rituales que celebraba durante la época de la siembra; dejó de tener la visión sagrada del alimento, de la dicotomía vida-muerte; dejó de percibir el tiempo como sagrado, para comenzar a medirlo con relojes y con un calendario desvinculado de los ciclos naturales.
Y así, comenzamos a perder el sentido de nuestro andar por el mundo. Olvidamos nuestra procedencia e iniciamos la destrucción de nuestra Tierra. Y, lo que es peor, dejamos de considerar sagrada nuestra vida.
¿No creen que es hora de asumir nuevamente nuestro papel dentro de la naturaleza y regresarle al campo su sacralidad y al tiempo su eternidad?

21 enero 2012

Ceremonia y Rito


La palabra ceremonia proviene del nombre de la ciudad de Caere, hoy Cerveteri, que mil años atrás fue la principal ciudad etrusca, y de munus cargo, oficio, regalo, obligación, tarea, espectáculo público, para denominar las celebraciones religiosas que tenían lugar en esa ciudad.

La primera noticia histórica de esta ciudad la da Herodoto, que dice que la ciudad se alió con los cartagineses en una expedición contra un pueblo llamado Focidio. Mataron a todos los prisioneros que atraparon en dicha expedición. Entonces, diversas calamidades atribuidas a castigos divinos comenzaron a asolar la ciudad, hasta que se consultó el oráculo de Delfos, que pidió funerales en honor de los prisioneros asesinados; así se hizo, y además se hicieron unos juegos y otros rituales en su honor.

Caere también es conocida porque cuando Roma fue atacada por los galos, los romanos enviaron a Caere sus pertenencias más apreciadas de carácter religioso.

Es entonces claro pensar que a los rituales que se celebraban en Caere, les dieran el nombre de ceremonias, y que esta palabra pasó hasta nuestros días por la gran importancia religiosa de esta ciudad. 

                                        Ceremonia de matrimonio

Rito proviene de una raíz sánscrita que designa lo que está conforme con el orden, la costumbre. Es decir, está vinculada íntimamente a la idea de fundación o restauración del orden cósmico. El rito es, pues, la repetición de un gesto o acto ordenado en el marco de una ceremonia.
“El rito está constituido por un conjunto de elementos simbólicos que son gestos (sonoros o gráficos), con los que se practican las ceremonias. Se puede decir que el rito es una particularización del símbolo, ya que todo en el rito, tiene implicancias simbólicas: los objetos empleados; las figuras representadas; los gestos efectuados; las palabras pronunciadas; etc. "Se podría decir también que los ritos son símbolos "puestos en acción", que todo gesto ritual es un símbolo "que actúa". (Guénon, 1946: 181-182).

                                     Ritual de bendición de arras


09 enero 2012

Fetiche


FETICHE
La palabra en castellano proviene del adjetivo latino facticius cuyo significado es hecho a mano. Facticius a su vez proviene del verbo facere que significa hacer. De acuerdo con el vocabulario español-latino de Antonio de Nebrija (1495), a finales del siglo XV, el adjetivo dio lugar a la palabra hechizo con el significado de una artificio supersticioso de que se valen los hechiceros. Los vocablos ‘hechicero’ y ‘hechizo’ pasaron al portugués como feiticeiro y feitiço. Esta segunda palabra portuguesa pasó al francés como fetiche en el siglo XVII, con el significado de objeto de hechicería africana, tales como amuletos y talismanes, fabricados por pueblos primitivos y, finalmente, reingresó al castellano como fetiche, con este mismo significado. 

                                                               Fetiche del Congo

Más tarde, el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, retomó la palabra fetichismo para referirse a “ciertos fenómenos observados en su práctica clínica, en los cuales el interés sexual de algunos pacientes aparecía desplazado hacia objetos vinculados indirectamente a su objeto sexual, tales como prendas de ropa, mechones de cabello, etcétera”.

Hombres y mujeres eligen parte de la anatomía humana como objeto de culto: En Occidente, los hombres prefieren pechos y nalgas; las mujeres,  manos, nalgas y torso. Los objetos más deseados son los zapatos, las medias y la ropa interior.

Al parecer, en Oriente, el culto erótico se establece alrededor de otras partes del cuerpo: pies para China, nuca para Japón. En China, ha llegado a obsesionar tanto este culto que adquirieron la costumbre de vendarse los pies para que éstos permanezcan pequeños y delicados, a pesar de representar un grave problema incluso para caminar.

No sólo las tradiciones afectan el mundo erótico, la tecnología también ha tocado el mundo del erotismo y del amor. En Tokio, desde 1999, han proliferado las compañías que ofrecen como artículo erótico de lujo a las mujeres-muñeca, conocidas popularmente como love dolls. Los hombres pagan por ellas hasta 6000 dólares. Las muñecas tienen huesos articulados, una piel suave y sus pupilas se dilatan cuando las miras a los ojos. Parece increíble pensar que cada año hay 10000 nuevos consumidores.


El fetichismo, pues, ha ido cobrando terreno en nuestro mundo contemporáneo; quizá el amor sólo exista en la imaginación y sea parte de la magia que todos podemos tener.