02 febrero 2012

Historias mitológicas de amor y muerte.


Uno de los principales temas reflexionados en las mitologías de las culturas antiguas es la contraposición de la vida y la muerte. Tema que siempre va ligado con la fertilidad y la agricultura, actividades humanas necesarias para la supervivencia de los pueblos, por lo que el amor es sólo una cara más de la vida misma.
 Tammuz, dios babilonio de la fertilidad, muere durante una cacería de jabalí. Su esposa, Ishtar, diosa del amor y de la guerra, decide emprender un peligroso viaje al inframundo para salvarlo de las garras de su hermana Ereshkigal, señora de la vida y de la muerte.[1]
Ishtar debe traspasar las siete puertas que custodian la entrada del mundo de los muertos. En cada una de las puertas, la diosa debe dejar una de las prendas que cubren su cuerpo: en la primera, deja sus sandalias que representan la voluntad; en la segunda, las joyas que representan el ego; en la tercera, sus ropas que representan la mente; en la cuarta, los cuencos que cubrían sus pechos, símbolos de la sexualidad; en la quinta, sus collares, que representan la iluminación; en la sexta, sus pendientes, símbolo de la magia y, en la última puerta, se despoja de su corona de mil pétalos que representa la divinidad misma. Ishtar acepta entregar todo cuanto es ella con tal de salvar a Tammuz y devolverle la vida.[2]
Al pasar la última puerta, Ishtar se presenta ante su hermana totalmente desnuda y vulnerable. Su malvada hermana, aprovechando la ocasión, la mata y la cuelga de un clavo. Pero el sirviente de Ishtar, Papsukal, quien ya había sido aleccionado para tal situación,  le da a beber el agua de la vida; la diosa recobra sus ropajes y sale del inframundo para reunirse con su amado esposo.
Ishtar dio todo lo que tenía, incluso la vida, para recuperar a su compañero. Desgraciadamente, no pudo librar a Tammuz de regresar cada seis meses a hacerle compañía a Ereshkigal.[3]
                                         Ishtar o Inanna o Astarté

 Osiris, dios egipcio de la vegetación y la agricultura, de la fertilidad y regeneración del río Nilo, tenía un malvado hermano llamado Seth que buscaba incansablemente deshacerse de él. El envidioso Seth, fabrica un cofre con las medidas exactas de Osiris y, mediante engaños, logra encerrar a su hermano en el cofre y arrojarlo al Nilo.
Isis, esposa de Osiris, diosa de la maternidad y del nacimiento, desesperada por su pérdida, inicia un penoso viaje para recuperarlo; pero, de nada le sirve, ya que, al lograr su cometido, Seth roba el cuerpo de su hermano y lo corta en catorce pedazos que esparce por todo el reino. 
                                                             Isis

Isis, acompañada por su hermana Neftis (esposa de Seth), vaga desconsolada por todo Egipto hasta recuperar todos los pedazos regados, excepto el pene que fue comido por un pez.
Desafiando a la muerte, Isis reconstruye a Osiris con ayuda de Anubis, dios de la resurrección, quien lo embalsama y lo vuelve a la vida.[4] Entonces, Isis, impregnada de él, concibe a Horus, quien posteriormente luchará contra Seth para vengar a su padre.

                                                  Isis y Osiris

El amor mueve a hombres y dioses a realizar hazañas nunca antes vistas. Y ustedes, ¿qué serían capaces de arriesgar por amor?

“Por alto que esté el cielo en el mundo, por hondo que sea el mar profundo, no habrá una barrera en el mundo, que mi amor profundo no rompa por ti...”
Pedro Flores




[1] Estamos ante un dios agrícola que representa la semilla plantada bajo tierra.
[2] Algunos dicen que el despojo de las ropas al entrar por estas siete puertas, dio origen al baile de los siete velos.
[3] La muerte y el regreso a la vida de Tammuz nos recuerdan los ciclos de la naturaleza de siembra y cosecha.

[4] Osiris, una vez que ha sido resucitado, adquiere un color verde, símbolo de la resurrección y, por supuesto, de la vegetación.

29 enero 2012

El tiempo y lo sagrado


Para Platón, el tiempo es la imagen de la “Eternidad”, esto no es extraño de ninguna manera, ya que desde la época de las cavernas, el hombre primitivo, al contemplar el cielo, daba fe de la existencia de fenómenos cíclicos. El tiempo, entonces, era una sucesión “infinita” y confusa de soles y lunas saliendo y ocultándose; esto significaba que el tiempo tenía un vínculo indisoluble con los movimientos cósmicos, era, por lo tanto, eterno.

Todas las culturas antiguas, a partir de la observación del movimiento de los astros, intentaron encontrar un calendario que reflejara correctamente las estaciones, pues era fundamental para el trabajo agrícola. La idea de la agricultura que tenían estos pueblos no sólo se limitaba a la actividad alimentaria que satisfacía las necesidades de su gente, sino que, como dice Mircea Eliade, “la agricultura, como cualquier otra actividad esencial, no es una simple técnica profana. Puesto que se relaciona con la vida presente en las semillas, en el surco, en la lluvia y en los genios de la vegetación, la agricultura es ante todo un ritual”.

Los fenómenos naturales como la lluvia, la sequía, el sol, el trueno, el relámpago, las estaciones, eran inexplicables, por lo que se atribuían a los dioses a quienes se debía rendir culto y veneración, y además se debían complacer, para que fueran propicios para la labor.

La mitología de diversos pueblos nos muestran la relación existente entre el trabajo agrícola y el tiempo:

Para los mexicas, las corrientes frías del inframundo se encontraban con las calientes del cielo y daba inicio el acto sexual, que se confundía con la guerra. El producto de este encuentro era el tiempo. Es decir, el tiempo aparecía entre la tierra y el cielo, justo donde la humanidad se desarrollaba, en la fertilidad.

  cipactli o cocodrilo cósmico: la parte superior da origen al cielo; la inferior, a la tierra.

Los antiguos agricultores podían darse cuenta de que las semillas se ocultaban en el interior de la tierra, en el mundo subterráneo de la muerte, preparándose para volver a la vida, a la superficie terrestre, en el próximo período de cosecha. Vida y muerte producían, entonces, un ciclo eterno: no podía haber muerte sin vida previa. El culto a la muerte tenía, por tanto, un profundo sentido agrícola.

Entre los romanos, Saturno era invocado en el momento de la siembra. Era el menor de los hijos de Urano y Gea, el Cielo y la Tierra; se casó con Ops, la Riqueza, con quien tuvo varios hijos; se le solía representar con una hoz o guadaña, instrumento agrícola, que usó como arma para castrar y destronar a su padre, Urano. Curiosamente, estos elementos los encontramos, posteriormente, en las imágenes de la muerte. 

                                 Saturno con su hoz como dios agrícola.

Saturno corresponde al dios griego Cronos, dios del tiempo, quien, para conservar su poder, devoraba a toda su descendencia. Era el dios que mataba y escondía a sus hijos dentro de su esposa Gea (la Tierra), para conservar su eternidad. Otro dios agrícola, como podemos ver.

Entre los fenicios, Baal era dueño y señor de la naturaleza, la fecundidad, la meteorología y el tiempo, entre otras cosas. Representa rasgos de un dios que muere y resucita cíclicamente así como las semillas. Dios eterno, por lo tanto.

Con el paso del tiempo y la construcción de las ciudades, el hombre perdió su estrecha relación con el campo y con la cosecha. Dejó de observar los fenómenos de la naturaleza; comenzó a olvidar sus mitos, los rituales que celebraba durante la época de la siembra; dejó de tener la visión sagrada del alimento, de la dicotomía vida-muerte; dejó de percibir el tiempo como sagrado, para comenzar a medirlo con relojes y con un calendario desvinculado de los ciclos naturales.
Y así, comenzamos a perder el sentido de nuestro andar por el mundo. Olvidamos nuestra procedencia e iniciamos la destrucción de nuestra Tierra. Y, lo que es peor, dejamos de considerar sagrada nuestra vida.
¿No creen que es hora de asumir nuevamente nuestro papel dentro de la naturaleza y regresarle al campo su sacralidad y al tiempo su eternidad?

21 enero 2012

Ceremonia y Rito


La palabra ceremonia proviene del nombre de la ciudad de Caere, hoy Cerveteri, que mil años atrás fue la principal ciudad etrusca, y de munus cargo, oficio, regalo, obligación, tarea, espectáculo público, para denominar las celebraciones religiosas que tenían lugar en esa ciudad.

La primera noticia histórica de esta ciudad la da Herodoto, que dice que la ciudad se alió con los cartagineses en una expedición contra un pueblo llamado Focidio. Mataron a todos los prisioneros que atraparon en dicha expedición. Entonces, diversas calamidades atribuidas a castigos divinos comenzaron a asolar la ciudad, hasta que se consultó el oráculo de Delfos, que pidió funerales en honor de los prisioneros asesinados; así se hizo, y además se hicieron unos juegos y otros rituales en su honor.

Caere también es conocida porque cuando Roma fue atacada por los galos, los romanos enviaron a Caere sus pertenencias más apreciadas de carácter religioso.

Es entonces claro pensar que a los rituales que se celebraban en Caere, les dieran el nombre de ceremonias, y que esta palabra pasó hasta nuestros días por la gran importancia religiosa de esta ciudad. 

                                        Ceremonia de matrimonio

Rito proviene de una raíz sánscrita que designa lo que está conforme con el orden, la costumbre. Es decir, está vinculada íntimamente a la idea de fundación o restauración del orden cósmico. El rito es, pues, la repetición de un gesto o acto ordenado en el marco de una ceremonia.
“El rito está constituido por un conjunto de elementos simbólicos que son gestos (sonoros o gráficos), con los que se practican las ceremonias. Se puede decir que el rito es una particularización del símbolo, ya que todo en el rito, tiene implicancias simbólicas: los objetos empleados; las figuras representadas; los gestos efectuados; las palabras pronunciadas; etc. "Se podría decir también que los ritos son símbolos "puestos en acción", que todo gesto ritual es un símbolo "que actúa". (Guénon, 1946: 181-182).

                                     Ritual de bendición de arras


09 enero 2012

Fetiche


FETICHE
La palabra en castellano proviene del adjetivo latino facticius cuyo significado es hecho a mano. Facticius a su vez proviene del verbo facere que significa hacer. De acuerdo con el vocabulario español-latino de Antonio de Nebrija (1495), a finales del siglo XV, el adjetivo dio lugar a la palabra hechizo con el significado de una artificio supersticioso de que se valen los hechiceros. Los vocablos ‘hechicero’ y ‘hechizo’ pasaron al portugués como feiticeiro y feitiço. Esta segunda palabra portuguesa pasó al francés como fetiche en el siglo XVII, con el significado de objeto de hechicería africana, tales como amuletos y talismanes, fabricados por pueblos primitivos y, finalmente, reingresó al castellano como fetiche, con este mismo significado. 

                                                               Fetiche del Congo

Más tarde, el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, retomó la palabra fetichismo para referirse a “ciertos fenómenos observados en su práctica clínica, en los cuales el interés sexual de algunos pacientes aparecía desplazado hacia objetos vinculados indirectamente a su objeto sexual, tales como prendas de ropa, mechones de cabello, etcétera”.

Hombres y mujeres eligen parte de la anatomía humana como objeto de culto: En Occidente, los hombres prefieren pechos y nalgas; las mujeres,  manos, nalgas y torso. Los objetos más deseados son los zapatos, las medias y la ropa interior.

Al parecer, en Oriente, el culto erótico se establece alrededor de otras partes del cuerpo: pies para China, nuca para Japón. En China, ha llegado a obsesionar tanto este culto que adquirieron la costumbre de vendarse los pies para que éstos permanezcan pequeños y delicados, a pesar de representar un grave problema incluso para caminar.

No sólo las tradiciones afectan el mundo erótico, la tecnología también ha tocado el mundo del erotismo y del amor. En Tokio, desde 1999, han proliferado las compañías que ofrecen como artículo erótico de lujo a las mujeres-muñeca, conocidas popularmente como love dolls. Los hombres pagan por ellas hasta 6000 dólares. Las muñecas tienen huesos articulados, una piel suave y sus pupilas se dilatan cuando las miras a los ojos. Parece increíble pensar que cada año hay 10000 nuevos consumidores.


El fetichismo, pues, ha ido cobrando terreno en nuestro mundo contemporáneo; quizá el amor sólo exista en la imaginación y sea parte de la magia que todos podemos tener.

19 diciembre 2011

Saturnalia


Cada vez están más cerca los festejos de fin de año. Todo mundo intenta cerrarlo lleno de paz, alegría y felicidad, con la esperaza de abrir uno nuevo colmado de “bendiciones”. Esta actitud tiene un origen anterior a nuestra era.
        En la antigua Roma, del 19 al 25 de diciembre, se celebraban unos festejos en honor a Saturno, dios de la agricultura. Coincidía con el solsticio de invierno. (el período más oscuro del año, seguido de un nuevo comienzo lleno de luz). Los trabajos de siembra se habían terminado. La familia, junto con los esclavos, podían descansar del arduo trabajo realizado a lo largo del año.
Las fiestas comenzaban con un sacrificio en el templo de Saturno, seguido de un banquete público al que estaba invitado todo el mundo. Durante la semana, había comidas familiares, intercambio de regalos (muñecos de barro, velas, frutas, nueces, etc), juegos, bailes de máscaras, espectáculos desenfrenados que estaban prohibidos el resto del año, excesos en la comida, bebida; en fin, era fiestas de libertad y desinhibición; grandes bacanales.
                                      Saturnalia de Ernesto Biondi 
En estas fechas, se otorgaba la libertad a los presos y se suspendían las ejecuciones de los condenados a muerte. Los esclavos eran liberados de sus tareas cotidianas y se intercambiaban los roles sociales, pues los esclavos eran servidos por sus amos, e incluso podían injuriarlos, sin ser castigados. También se les permitía desempeñar cargos del Estado. Los hijos también invertían los papeles con sus padres y pasaban a ser los jefes de la casa.
El 25 de diciembre, último día de la Saturnalia, se celebraba el nacimiento del Sol —Natalis Solis Invictus (nacimiento del sol invencible)— personificado en el dios Mitra. (Aunque el culto a Mitra tenía orígenes persas, se convirtió en la religión dominante en Roma, especialmente entre los soldados).

El mito cuenta que el dios Mitra fue adorado por pastores poco después de su nacimiento. Se enfrentó al toro primordial y lo logró llevar a su cueva sobre sus espaldas para sacrificarlo. El dios, sujetando al toro, le clavó el cuchillo en el flanco. De la columna vertebral del toro salió trigo, y vino de su sangre. Su semen, recogido y purificado por la luna, produjo animales útiles para el hombre. Llegaron entonces el perro, que se alimentó del grano, el escorpión, que aferró los testículos del toro con sus pinzas, y la serpiente.


Estas festividades también existían en Grecia con el nombre de Kronia, en honor de Kronos, dios de la agricultura; en Babilonia con el nombre de Sacaea; aquí incluso había una sustitución del rey. Esta sustitución del rey tenía siempre el carácter de protección y el rey sustituto, que gobernaba durante un tiempo determinado, era asesinado al final para, así, acabar con los peligros y desgracias que amenazaban al rey verdadero.

Algunos elementos nos son muy conocidos hoy día, han cambiado de nombres, pero en esencia siguen siendo los mismos; especialmente aquello de los grandes desmanes que se viven en estas épocas; no en balde llamamos saturnalias a los festejos que culminan en orgías.

Como quiera que sea, ¡feliz saturnalia!