08 enero 2013

Viaje a los infiernos.

 
"Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo. Nació de Santa María Virgen. Padeció bajo el poder de Poncio Pilato; fue crucificado, muerto y sepultado; descendió a los infiernos; al tercer día resucitó de entre los muertos...”

          ¿Cuántos de nosotros conocemos de memoria esta oración?, ¿o quizá, por lo menos, la hemos escuchado por ahí? Hablamos del único Dios capaz de crear el universo entero, de  bajar a los infiernos y vencer a la muerte para redimir a los pecadores. El único Dios nacido milagrosamente de una madre virginal, pero resulta que, en realidad, diversas religiones y mitologías presentan dioses nacidos bajo estas condiciones, capaces de realizar semejantes proezas.

El viaje a los Infiernos, Inframundo, Tártaro o Hades, como quiera que lo llamen, siempre tuvo como objetivo alcanzar la inmortalidad de una u otra forma; por ejemplo, Inanna, diosa sumeria del amor, de la guerra y de la fertilidad (Ishtar entre los acadios o Astarté entre los fenicios), descendió al Inframundo para reclamarle a su hermana Ereshkigal el dominio sobre el reino de los muertos. Los jueces del inframundo, al mirarla, la convirtieron en un cadáver, y mandaron que fuese colgada en una estaca. Nishubur, su sirviente, había sido instruido para rescatarla si no regresaba a los tres días; así que ideó una estratagema para resucitarla. Ishtar logró regresar al mundo de los vivos, rodeada de una legión de muertos que salieron con ella. Había vencido a la muerte.
En la versión acadia, Ishtar logra salvar a su amado esposo Tammuz de las garras de su hermana Ereshkigal, señora de la vida y de la muerte. Ishtar acepta sacrificarse con tal de salvar a Tammuz y devolverle la vida. Su malvada hermana la mata y la cuelga de un clavo. Pero el sirviente de Ishtar, Papsukal, le da a beber el agua de la vida; la diosa resucita al tercer día y logra salvar a su esposo de entre los muertos, otorgándole la inmortalidad tan deseada. 
                                                            Inanna o Ishtar
Entre los egipcios, Osiris, dios de la vegetación y la agricultura, de la fertilidad y regeneración del río Nilo, es asesinado y cortado en pedazos por su hermano Seth. Isis, esposa de Osiris, diosa de la maternidad y del nacimiento, desesperada por su pérdida, logra recuperar todos los pedazos regados, excepto el pene que fue comido por un pez. Desafiando a la muerte, Isis reconstruye a Osiris con ayuda de Anubis, dios de la resurrección, quien lo embalsama y lo vuelve a la vida al tercer día de muerto. Convirtiéndose en señor del inframundo. Vida y muerte suelen danzar juntas, como podemos ver. 
                                Anubis embalsama a Osiris para volverlo a la vida.
En Mesoamérica conocemos el caso de Quetzalcóatl que se sacrifica y ofrece su sangre para poder crear a la raza humana actual. El dios desciende al inframundo a rescatar los huesos de las razas anteriores; en el camino, el señor de la muerte logra deshacerse de él. Quetzalcóatl muere, pero como era un dios, resucita y logra crear al nuevo hombre con el poder de su sangre.

                                                                  Quetzalcóatl sangrándose

También nos han contado mitos sobre varios héroes que sobrevivieron al descenso a los infiernos: El héroe mesopotámico Gilgamesh viaja al mundo de los muertos en busca de la fórmula para alcanzar la inmortalidad. Desgraciadamente pierde la planta que le daría vida eterna, pero es un hecho que logró escapar del mundo de los muertos.
En la tradición clásica grecorromana, conocemos muchos casos en los que los héroes bajan al Hades y logran salir victoriosos: Orfeo, por ejemplo, desciende al Hades para salvar a su esposa Eurídice; Pólux para salvar a su hermano Cástor; Hércules para cumplir uno de sus doce trabajos y tomar a Cancerbero; Odiseo para consultar a Tiresias sobre su destino y su regreso a Ítaca; Eneas para encontrar a su padre Anquises quien le dirá los pormenores para fundar la nueva Troya (Roma).

                                                                         Hércules y el cancerbero
Por último, dentro de la tradición clásica, no podría faltar la historia de  Perséfone que es raptada por Hades para convertirla en su esposa. Su madre Démeter, diosa madre de la tierra, vaga inconsolable buscándola y se olvida de hacer florecer la tierra, por lo que tanto los hombres como los animales se quedan sin alimento. Zeus obliga a su hermano Hades a devolverla a su madre, pero éste logra hacer que Perséfone coma 3 granos de granada, lo que significará que deberá permanecer 3 meses en el inframundo, haciéndole compañía. A este período en el que Perséfone debe de permanecer en el infierno se le conoce como invierno, época del año en que pareciera que la naturaleza se muere por unos meses y da paso a la primavera.

                                                               El rapto de Perséfone (Bernini)

Los antiguos agricultores ocultaban las semillas bajo la tierra, en el mundo subterráneo de la muerte, y esperaban para volver a verla con vida durante la cosecha. Vida, muerte y resurrección producían un ciclo eterno. Infierno (invierno) y floración (primavera) se sucedían continuamente. Esas sociedades agrarias enterraban a los muertos imitando el ciclo de la semilla. Por eso el infierno, inframundo, Hades o Averno se encuentran situados abajo de la superficie de la tierra. Uno de los principales temas reflexionados en las mitologías de las culturas antiguas es la contraposición de la vida y la muerte. Tema que siempre va ligado con la fertilidad y la agricultura, actividades humanas necesarias para la supervivencia de los pueblos, 
Jesús, en la tradición cristiana, desciende a los infiernos para liberar de los tremendos castigos a los justos que habían nacido antes que él. Se sacrifica ofreciendo su propia vida a cambio de las almas de los justos, y al tercer día resucita de entre los muertos y abre las puertas del Cielo a todos los justos de cualquier época. Los símbolos que lo representan son el pan y el vino, es decir, el trigo y la vid, elementos de la vida agrícola.
Así que cuando rezamos el Credo, recreamos una y otra vez antiguas mitologías de diversos pueblos que nos hablan de la posibilidad de vencer a la muerte, el deseo de todos los tiempos, que surge a partir del pavor reverencial y admiración hacia la vida misma; vida que comprende en sí misma a la muerte. Así que desde la época paleolítica, “El hombre presenció la resurrección al mirar el cielo y, a pesar de que se daba cuenta de su fugacidad y caducidad como humano, a través del mito, logró percibir lo eterno”.

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